IV Estación
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Ya se lo había anunciado el anciano Simeón, cuando María
presentó al niño Jesús en el Templo: « Simeón lo bendijo, y
después dijo a María, su Madre: Mira, este niño debe ser causa
tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel.
Será puesto como una bandera, de modo que a Él lo atacarán
y a ti misma una espada te atravesará el corazón» (Lc 2,34-35).
Al ver a Jesús cargando la cruz y lleno de sangre, entre los
insultos de la gente, María siente en su corazón un profundo
dolor y se acuerda de la profecía de Simeón. Conociendo las
Escrituras, María sabe que mediante el sufrimiento, Cristo nos
va a salvar. Por eso se une íntimamente al sacrificio de su Hijo,
sufriendo con Él por nuestra salvación.
OREMOS
Oh, María, madre de Jesús y madre nuestra, enséñanos a sufrir
con Jesús por la salvación del mundo entero.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.